Un himno para la Congregación
«Corazones sensibles
y una fe profunda y grande«
Jesús María López Sotillo, Archivero de la Congregación
Cuando a comienzos de 2019 comenzamos a preparar los actos conmemorativos del 400 aniversario de la fundación de nuestra Congregación pensé que, desde el oficio de archivero, podía contribuir a tal efeméride sacando del olvido y dando a conocer los grandes momentos y acciones de nuestra historia. Para llevar a cabo tal tarea fui poco a poco husmeando en nuestro archivo y contrastando su información con la que fui adquiriendo por otros medios. Fue y sigue siendo una búsqueda muy fecunda.
Pero, al tiempo que realizaba esa investigación, me vino a la cabeza la idea de que nuestra historia no sólo merecía ser contada y elogiada sino que también podía ser cantada. Y comencé a redactar la letra y a componer la música de un himno que la recogiera. En diciembre de 2019, metidos de lleno en la conmemoración de nuestros cuatro siglos de historia, lo di por concluido. Pero no tuve ocasión de darlo a conocer entonces, pues ya estaba se estaba empezando a hablar de una pandemia surgida en China. Se extendía con rapidez y pronto la tuvimos de lleno entre nosotros, obligándonos a parar casi por completo y durante muchos meses todas nuestras actividades.
Lo pude cantar en público por primera vez en nuestra visita guiada a los lugares vinculados a la Congregación de San Pedro Apóstol y a Don Pedro Calderón de la Barca en el Madrid del siglo XVII, el 17 de octubre de 2021. Luego, a finales del curso pasado (2022/2023), lo pude interpretar a los miembros de la Junta de Gobierno. Ya solo faltaba que se escuchara en una Junta General de la Congregación, lo cual ocurrió en la reunión mantenida el pasado día 4 de diciembre de 2023, en el salón de actos de la Congregación, ante unos cincuenta congregantes. Por cómo la escucharon, tarareando enseguida el estribillo, y por el aplauso final, creo que les agradó.
Ahora doy a conocer aquí, en nuestra página web, su historia, letra y música, por si los Congregantes consideráis oportuno hacerlo vuestro y entonarlo en nuestras juntas y celebraciones. Lo he titulado «Corazones sensibles y una fe profunda y grande».
La primera estrofa y el estribillo repiten la frase que da título al himno, una frase que tiene que ver con el contenido de un documento que encontré, sin pretenderlo, cuando andaba buscando otros textos en un legajo del siglo XVIII del Archivo de la Diocesano de Toledo. Es una solicitud escrita a mano y dirigida al prelado de la diócesis demandándole conceda determinadas facultades a la Congregación, en razón de sus orígenes y del mucho bien que lleva hecho y del que puede seguir haciendo a los sacerdotes desvalidos y a los fieles cristianos que acuden a la iglesia del Hospital que la Congregación tenía en uso en la Calle Torrecilla del Leal, 7, desde 1732. Al narrar su fundación (aquí puedes leer en detalle la historia de la Congregación) explica cuál fue la razón que movió a Jerónimo de Quintana a ponerla en marcha: no fue sólo la caridad sino también, y de forma muy especial, una fe profunda y grande en la dignidad de los sacerdotes, que el Concilio de Trento había proclamado solemnemente en una de sus sesiones. Le avergonzaba e indignaba el trato que los párrocos de Madrid y sus coadjutores daban a los sacerdotes que morían pobres y no tenían con qué pagar su entierro. Los depositaban, con el mínimo ceremonial, en una fosa común, sin nada que indicase que el difunto era un alter Christus. Y, como no tenían intención de cambiar de actitud, acabó convenciendo a otros veintiún sacerdotes seculares de Madrid para que le secundasen en su propósito de crear un Congregación destinada a tratar con la dignidad que merecían a los sacerdotes pobres y desvalidos que malvivían, malsufrían y malmorían en nuestra villa, fueran de donde fueran. Es un propósito que sigue desde entonces alentando, hoy como ayer, a los congregantes. Lo canta la primera estrofa del himno, se repite en el estribillo y vuelve a salir en la estrofa final.
La segunda estrofa habla de los primeros años de nuestra historia, desde que a mediados de 1619, con miras nobles y grandes, comenzó la andadura de la Congregación. En ella participaron sacerdotes seculares naturales de Madrid con mucho prestigio y fama. Otros, aunque conocidos en el Madrid de su tiempo, pasaron más desapercibidos y sus nombres no aparecen en los libros de historia. Pero unos y otros, movidos por esa fe profunda y grande, que se menciona en el himno, fueron caritativos con los sacerdotes pobres que deambulaban por nuestra Villa. Y, al hacerlo, sirvieron de ejemplo al pueblo cristiano. Y, por ello, como se canta en la tercera estrofa, no estuvieron solos en su andadura sino que desde muy temprano fueron surgiendo múltiples donantes que hicieron posible con sus dineros y bienes que la Congregación pudiera prestar tanta y tan variada ayuda a tantos sacerdotes pobres y harapientos que vagaban por Madrid, y enfermaban y morían sin oficio ni beneficio. Estos donativos a veces eran completamente desinteresados, pero más frecuentemente se hacían a cambio de que los sacerdotes congregantes celebraran misas de difuntos por familiares o allegados de los donantes o por ellos mismos, cuando se produjera su fallecimiento. El miedo al Purgatorio, cuya existencia el Concilio de Trento había ratificado recientemente, y el deseo de pasar en él la menor cantidad de tiempo posible, hicieron que los sufragios por los difuntos cobraran una importancia enorme. Y muchas personas encargaron a la Congregación que fueran sus miembros quienes celebraran determinado número de misas con esa intención.
La cuarta estrofa hace hincapié en algo importante, la continuidad que se da desde nuestros fundadores -empezando por Jerónimo de Quintana- hasta el último de los congregantes que ha sido acogido en nuestro seno. Nuestra Congregación nunca ha dejado de existir, aunque durante la Guerra Civil sus miembros hubieron de permanecer ocultos, para intentar no ser ejecutados, cosa que quince de ellos no consiguieron. Formamos, pues, una cadena que ha ido sumando muchos eslabones desde mediados de junio de 1619 a estos inicios de 2024. Han cambiado muchas cosas en todo este tiempo, pero, como se dice en la quinta estrofa, hoy como ayer nuestro propósito sigue siendo el mismo, que no escondan nuestras calles a curas que en soledad afrontan penas, sufrimientos y pesares. Y, siendo esto así, hemos de estudiar cuáles pueden ser actualmente las mejores maneras de conseguirlo, para ponerlas en práctica.
En cuanto a las ilustraciones que jalonan este artículo: el marco que decora la letra del himno está tomado de la portada interior del Libro 2º de Entradas de congregantes, abierto en 1725; el membrete lo he realizado a partir de una ilustración muy simpática que aparece en la portada interior de otro de los manuscritos que guarda nuestro archivo, «Instrucciones interinas o nuevo Reglamento para el Gobierno del hospital del apóstol San Pedro», fechado en 1761; y, como no somos solo pasado sino también presente, sobre el marco aparece nuestro actual escudo, reflejo del propósito que nos anima de continuar la historia que nos ha precedido.
En el audio que tenéis a continuación me escucharéis cantando el himno del que os acabo de hablar. Originariamente era un vídeo grabado en el salón más noble de nuestras instalaciones, donde celebramos de forma habitual nuestras Juntas de Gobierno y otras reuniones importantes, pero a causa del gran tamaño del archivo, solo podemos subirlo como sonido.