Excursión con los sacerdotes de nuestra Residencia
Jesús María López Sotillo, Archivero de la Congregación
El pasado miércoles veintinueve de mayo, como ya hicimos el año pasado, un pequeño grupo de congregantes encabezado por nuestro Capellán mayor, Gregorio Roldán, respondiendo a la invitación que recibimos de la dirección de la Residencia Sacerdotal de San Pedro Apóstol, participamos en la excursión a Becerril de la Sierra para los sacerdotes residentes.
De principio a fin volvió a ser una experiencia importante que nos permitió poner en acción lo que constituye la esencia de nuestra razón de ser: tender la mano a los sacerdotes desvalidos, en este caso a los sacerdotes mayores y, en muchos casos, aquejados de numerosas dolencias propias de la edad.
Es justo reconocer, valorar y ensalzar el enorme esfuerzo organizativo que supone llevar a cabo una actividad así. En ella se saca de la Residencia y desplaza, a más de cincuenta kilómetros de Madrid, a varias docenas de sacerdotes mayores, algunos con alto grado de dependencia. Llevar a cabo esa obra requiere la colaboración de buena parte del personal que dirige y hace posible el funcionamiento de la residencia. Vayan, pues, palabras de agradecimiento para su Director, para la Superiora de las Hermanas Dominicas, Hijas de Nuestra Señora de Nazaret, la Madre María Luisa, y para las otras dos hermanas que la acompañaron, para Víctor, el Administrador de la Residencia, y para el nutrido grupo de trabajadores de la misma que estuvo durante toda la jornada procurando que los sacerdotes estuvieran bien atendidos. Todos, desde los cocineros hasta cada uno de los cuidadores, se mantuvieron atentos a lo que los residentes pudieran requerir.
Si todo esto es de agradecer, no lo es menos tener la ocasión de pasar unas horas con los sacerdotes mayores. Verlos, escucharlos, dialogar con ellos es un privilegio. Tras cada uno hay una larga e interesante historia humana y religiosa. Contemplarlos cargados de años y de achaques sobrecoge. A muchos, sacerdotes de la diócesis de Madrid, los hemos visto cuando estaban en pleno apogeo pastoral. A unos cuantos los hemos admirado. De más de uno hemos aprendido muchas cosas. Impresiona verlos ahora mermados de fuerzas. Pero también admira la lucidez y la sabiduría que muchos conservan. Guardan y transmiten memoria de su larga vida. Y analizan y valoran desde su experiencia el presente. A poco que se les dé pie comparten ese tesoro con quien esté dispuesto a escuchar lo que pueden contar y el pensamiento que pueden transmitir, se esté o no de acuerdo con sus puntos de vista.
La jornada comenzó con la puesta en marcha de la comitiva. Había empezado a prepararse varias horas antes, aunque echó a andar a las diez y media de la mañana. En poco tiempo llegamos a las puertas de la Casa de Espiritualidad “Villa Santa Mónica”, que regentan hermanas de la Congregación Agustinas Misioneras, en Becerril de la Sierra. Sus distintas edificaciones se distribuyen por una amplia y hermosa finca, en un frondoso paraje serrano. Unos fuimos en autocar con los sacerdotes jubilados que se valen por sí mismos. Otros en vehículos apropiados para transportar a los sacerdotes dependientes, con sus andadores y sillas de ruedas.
Tras un pequeño descanso, celebramos la Eucaristía en la capilla, presidida por Andrés García de la Cuerda, el director de la Residencia, y concelebrada por dos congregantes. Y en ella también intervino como lectora una de las hermanas dominicas. Otro hermano congregante se encargó de dirigir los cantos. Y allí estuvimos todos compartiendo el pan y el vino de la Palabra y el pan y el vino de la Eucaristía. Si se contaran serían multitud las eucaristías que han presidido durante los años de su actividad pastoral esos curas que ahora participan en ésta sin tener protagonismo alguno. Profunda y palpable lección del constante y cambiante fluir de la Vida.
Acto seguido, por uno de los hermosos caminos que recorren la finca, nos fuimos acercando al edificio en torno al cual tuvo lugar la comida al aire libre. Este pequeño paseo nos dio ocasión de ir conversando unos con otros. Al llegar, los encargados de la cocina ya estaban preparando los aperitivos y la barbacoa. Poco a poco, pero sin demorarnos mucho, nos fuimos acomodando, dispuestos a degustar los alimentos y bebidas que nos habían preparado. La conversación durante la comida fue, al menos en mi caso, interesante. Los miembros del grupo con el que estaba éramos proclives a la charla y hablamos de muchos y variados temas, del pasado, del presente y hasta del futuro personal, social y eclesial. En otros grupos la locuacidad era menor, especialmente en los que estaban los sacerdotes más dependientes. A los postres hubo también un hueco para la música y hasta para algo de baile, todo en un ambiente sencillo y festivo. En la sobremesa algunos siguieron charlando, otros aprovecharon para jugar a las cartas o a algún otro juego de mesa. Hubo, también, quienes se fueron a pasear y quienes decidieron sestear un poco. Yo fui de los que pasé el rato charlando. Entre los sacerdotes con los que hablé en la comida y en
la sobremesa varios, que están relativamente bien de salud, me explicaron que andan empeñados en ayudar a sus compañeros de residencia organizando actividades espirituales, culturales o recreativas. Es digno de agradecer este esfuerzo, que van dando sus frutos. Y, al hilo de esta conversación, estuvimos de acuerdo, de cara al curso que viene, en que sería bueno pensar, organizar y llevar a cabo algún tipo de encuentro entre residentes y congregantes para hablar de la Congregación, de lo que hoy es y hace, y de lo que ha hecho en el pasado. Movida siempre por el afán de prestar ayuda a los sacerdotes que en Madrid puedan, por las circunstancias que sean, estar pasando necesidades, de uno u otro tipo.
En a torno a las cinco de la tarde iniciamos el regreso a Madrid. Sería bueno que en años venideros fuera mayor el número de congregantes que participamos en esta excursión. No sólo porque nos permite realizar personalmente nuestro propósito fundacional de tender la mano a los sacerdotes necesitados, sino también y muy especialmente porque junto a ellos, junto a los sacerdotes residentes, podemos aprender mucho simplemente viéndolos, pero más aun escuchándolos con atención y dialogando con ellos. Ojalá ocurra.
2 comentarios en «Excursión con los sacerdotes de nuestra Residencia»
Muchas gracias por este detalle de comunicación afectiva.
¿Cómo no voy a expresar mi gratitud a esta respuesta, cuando a diario bien sé lo que es ayudar a alguien, que desde su absoluta dependencia, recibe esa atención personal?.
esa labor del día de la excursión con los mayores. Por eso me alegra esa participación de quienes han podido acudir a la misma.
Una vez más, me recuerdo a mí mismo, la respuesta de Jesús al que le preguntó:»¿….y quién es mi prójimo?» A quien Jesús le respondió, después de la parábola,:……»Pues vé tú y haz tu lo mismo».
Gracias por el envío de vuestra comunicación. Luis Manuel