«La casita» y su imprenta Avilista
Por el P. D. Jesús Mª López Sotillo.
Archivero de la Congregación de San Pedro Apóstol
A la altura de los números 101 y 103 de la calle de San Bernardo de Madrid, donde se encuentran los
edificios que son propiedad de la Congregación de San Pedro Apóstol de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid, tras la verja, a la izquierda de la fachada principal, al otro lado de la entrada de coches, hay, adosada longitudinalmente al muro de un edificio colindante, una pequeña construcción. Tiene un acabado de ladrillo visto,
similar al de los edificios de la Residencia Sacerdotal y de la Iglesia de la Congregación, usada ésta desde 1908 como templo parroquial por la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores.
La citada construcción se alza sobre una superficie de unos 97m2 y cuenta con una planta baja, una planta superior y un sótano. Familiarmente entre los congregantes la llamamos “la casita”, aunque nunca ha sido hogar de ninguna persona o familia. Ha servido para otros usos, de uno de los cuales sigue siendo testimonio la enorme y muy alta chimenea de ladrillo que, subiendo desde el sótano, se alza unos cuantos metros por encima del tejado.
Fue construida al tiempo que, en torno a 1902, se edificaban la Residencia/Hospital para sacerdotes y la Iglesia, con sus correspondientes dependencias. Así consta en el Certificado de habitabilidad que emitió Don José Urioste y Velada, Arquitecto de la Real academia de Bellas Artes de San Fernando, el 7 de agosto de 1902. Con sus palabras nos revela varías cosas importantes: la existencia ya entonces de “La casita”, el primer uso que se dio a su sótano y el por qué de la chimenea que arranca desde el mismo. Leemos: “Todo el edificio de la residencia está dotado de calefacción a vapor por medio de una caldera de baja presión instalada en otro pabellón independiente del edificio principal”.
La planta baja y la superior desde entonces y hasta el 20 de julio de 1936 se destinaron a almacén.
Como puede verse, poco tiene que ver dicho uso con el que a partir del día 24 de este mes de febrero se le va a dar. La Fundación Orange, inaugurado por el Rey Felipe VI, pone en funcionamiento ese día en “la casita”, que le ha alquilado la Congregación, el primer Centro físico de Formación en Competencias Digitales “Orange Digital Center”. Pero no es de este uso del que queremos hablar aquí, ni tampoco del que ha tenido desde 1984 hasta el 1 de diciembre de 2020. Hablaremos del uso que tuvo desde el 1 de enero de 1953 al 31 de marzo de 1979.
No obstante para que la historia se entienda mejor hay que ir paso a paso.
Pero el 20 de julio de 1936, dos días después de que un grupo de generales dieran un Golpe de Estado contra la República, masas de izquierdistas enfurecidos, después de sacar por la fuerza a los sacerdotes enfermos y a las monjas que los atendían, quemaron la Residencia/Hospital y la Iglesia. Las instalaciones quedaron inutilizables. Y así estuvieron hasta abril de 1939, cuando, terminada la Guerra Civil, el grupo de congregantes que había sobrevivido, encabezados por Don Vicente Mayor Gimeno, tomaron la decisión de reconstruir y volver a poner en uso todo lo destruido.
Desde 1732 a 1902 la Congregación había tenido su hospital para sacerdotes pobres, su iglesia y su cementerio en la calle de la Torrecilla del Leal. En 1895 adquirió un terreno en el recién creado cementerio de la Almudena, construyó un panteón, y en 1889 comenzó a enterrar allí a los sacerdotes que tenían derecho a ello. También había comprado por por esa misma época unos terrenos al final de la calle de san Bernardo para alzar en ellos un nuevo hospital y una nueva iglesia. El 7 de agosto de 1902 las obras de construcción de la nueva Residencia/Hospital y de la nueva Iglesia estaban concluidas y la Congregación se trasladó allí con todos sus enseres, además de con los sacerdotes pobres y enfermos que estaban en el antiguo hospital y el personal que los atendía. Todo iba bien. Incluida la calefacción a vapor, funcionando gracias a la caldera que estaba en el sótano de “la casita”.
Mientras se reconstruían los edificios, en 1941, la Congregación, con el visto buenos de los obispos españoles, creó para toda España la Mutual del Clero, con el fin de que, mediante el pago de una cuota mensual, los sacerdotes seculares tuvieran derecho a ser atendidos por médicos cerca de sus lugares de residencia o en un hospital, si era necesario, corriendo la Mutual con los gastos. En 1942 el hospital de la Congregación volvió a estar en uso y se convirtió en el hospital de referencia para los sacerdotes que necesitaban ser ingresados. La Congregación desde entonces y hasta 1964 encomendó su gestión a la Mutual del Clero. Se reconstruyeron, después, la iglesia y el resto de dependencias. El sistema de calefacción, sin embargo, no volvió a ser a vapor, sino que se instaló otro más moderno, con dos calderas ubicadas en el sótano del edificio de la Residencia/Hospital. La casita quedo como almacén. Y cuando en 1943 la Mutual del Clero creó la Cooperativa Nacional del Clero, para proporcionar a los sacerdotes vestimentas personales y litúrgicas dignas, así como otros productos necesarios para el desarrollo de su ministerio, en los sótanos del lateral izquierdo de la residencia instaló, con el visto bueno de la congregación, la tienda y en la planta superior de “la casita” el taller de sastrería.
El volumen de la actividad de la Residencia/Hospital, así como el de la Mutual del Clero y el de la Cooperativa Nacional del Clero creció exponencialmente en muy poco espacio de tiempo, y la gestión de la misma requería numeroso papeleo. Fue entonces cuando surgió la idea o se presentó la posibilidad de que la Congregación instalara en la planta baja de “la casita” una imprenta. “Idea” u “oportunidad” que se materializó el 1 de enero de 1953, cuando Monseñor José María García Lahiguera, entonces obispo auxiliar de Madrid, bendijo las nuevas instalaciones y empezaron a funcionar. Lo estuvieron haciendo hasta el 31 de marzo de 1979.
A la imprenta se le dio el nombre de “Imprenta Avilista”, haciendo referencia a San Juan de Ávila, santo muy venerado en la Congregación. Y en ella se imprimieron multitud de impresos para las tres entidades ya citadas, pero también para los obispados y las parroquias de España, volantes y partidas, expedientes, entables, etc… Salieron también de ella algunos libros, como el de la Historia de la Venerable e ilustre Congregación de San Pedro Apóstol de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid, de Vicente Mayor Gimeno, publicado en 1964, y numerosos folletos de temática principalmente religiosa. En su momento de mayor esplendor llegó a tener diez empleados: Un Regente. Dos oficiales Cajistas. Un Jefe de Sección de Encuadernación. Dos Oficiales maquinistas. Un Oficial “minervista”, encargado de lo relativo a la “belleza” del texto a imprimir. Un Oficial encuadernador. Un Mozo y un Aprendiz.
Don Vicente cuenta en el Capítulo XXX de su Historia de la Congregación, que fue él quien propuso a los señores congregantes, y éstos aprobaron, la idea de instalar la imprenta, corriendo la Congregación con todos los gastos. Lo hizo, dice, a la vista de que la Mutual, aunque ello a la larga conllevaría una gran reducción de gastos, no se decidía a hacerlo.
Conservamos, sin embargo, el acta de la Junta de gobierno que tuvo lugar el 30 de octubre de 1952 en la que el relato de los hechos que se lee es muy diferente. Al final de la reunión Don Vicente puso en conocimiento de los asistentes que había recibido y quería leerles por su mucho interés una carta, de la que no les podía decir su remitente, porque quería permanecer en el anonimato. En ella el misterioso personaje, después de ensalzar las obras de la Congregación, les dice que está interesado en promover la publicación de obras de grandes valores de la Iglesia, que tanta falta están haciendo en el campo publicitario del apostolado”. Y que, no pudiéndolo realizar él en persona, ha decidido hacerles entrega de 500.000 pesetas para que la Congregación cree una imprenta con ese propósito. Pero les pone tres condiciones, que esté en funcionamiento a principios de 1953, que seleccione bien los encargos, cobrando precios asequibles, y que los “pequeños beneficios” que obtenga la los destine “a favor de los sacerdotes, en las múltiples facetas de obras de caridad y socorros” Si no están acuerdo, les dice, él se dará a conocer, para que le devuelvan el dinero. Los miembros de la Junta, tras deliberar sobre el asunto, acordaron aceptar el donativo y las condiciones. Acordaron, asimismo, que en el acta se transcribiera literalmente el contenido de la carta, cosa que, a la vista está, hicieron.
¿Cómo es que Vicente Mayor Gimeno en su libro, escrito doce años después, no contó nada de esto? Lo ignoro. El caso es que el 1 de enero de 1953, dentro del plazo marcado por el misterioso donante, don José María García Lahiguera bendijo la imprenta y empezó a funcionar. No deja de ser un historia curiosa, como lo es que el 24 de febrero de 2023, 70 años después, en ese mismo espacio vaya a empezar su andadura en modo presencial el Centro de Formación en Competencias Digitales “Orange Digital Center”